Diego Garrocho: "La filosofía siempre ha tenido una relación conflictiva con la escritura"

El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, reflexiona sobre las múltiples razones por las que escribimos, desde la necesidad de pensar y recordar hasta el deseo de ser queridos 

Diego Garrocho
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Diego Garrocho reflexiona sobre las múltiples razones por las que escribimos

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Pues hace unos días leí una columna en El Mundo, escrita por mi querido David Mejía, en la que concluía que él escribía para inocular al menos alguna duda entre sus lectores. Esa intuición, tan certera en lo que atañe al columnismo de opinión, puede extenderse a un territorio más amplio. ¿Por qué escribimos cuando escribimos? ¿Qué pulsión nos lleva a juntar letras y palabras para construir narraciones sobre las cosas, y a veces incluso sobre nosotros mismos? ¿Qué tienen en común quienes escriben unas breves notas y un literato reputado que se afana en componer un verso o una obra de prestigio?

La filosofía siempre ha tenido una relación conflictiva con la escritura. Tanto es así que, por ejemplo, Platón se distinguió como un crítico casi impenitente del registro escrito. Las palabras, sean propias o ajenas, permanecen inmóviles y nunca son capaces de responder a nuestra interpelación directa. A un texto no se le puede agarrar por las solapas y exigirle respuestas. Cambian las interpretaciones y los contextos, pero un texto jamás podrá devolvernos una réplica como sí lo haría un interlocutor en un debate vivo.

Durante algún tiempo se sostuvo que escribimos para no olvidar, como el protagonista de la película Memento, que tenía que llenarse a sí mismo de post-its para recordar lo que tenía que hacer, pero también es cierto que a veces escribimos para olvidar, para soltar lastre, para aliviar la conciencia y dejar registro de aquello que nos pesa o que nos ocupa la mente. Hay quien escribe por dinero, y tiene sentido. Hay quienes escriben por encargo, por compulsión o incluso por vanidad, y me parece también legítimo. Hay quien escribe para molestar y quien escribe precisamente para pensar mientras escribe, aunque de todas las opciones posibles creo que la más certera es la respuesta que dio Gabriel García Márquez: 

«Yo escribo para que me quieran más.»

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