MADRID - 23ª SAN ISIDRO

Peñaranda confirma su proyección en una interesante corrida de Lagunajanda

Una tarde espesa y sin chispa en Las Ventas solo encontró luz en el empeño final del torero conquense. Tarde a la baja de Escribano y Adame.

Alejandro Peñaranda, en el final de faena al sexto de Lagunajanda
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Alfredo Arévalo / Plaza 1

Madrid, miércoles 5 de junio de 2025. Vuelta al ruedo para Alejandro Peñaranda

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el

2 min lectura

Cuatro de los seis ejemplares permitieron faenas de nota, pero faltó acierto, actitud y claridad de ideas. Muchos toros, pese a su escaso estilo en varas, llegaron con opciones al último tercio. El problema fue la falta de oficio o compromiso de quienes tenían que aprovecharlos.

Manuel Escribano lidió un primero descompuesto en los inicios pero que se templó tras los primeros compases de muleta. Cuando se le llevó con suavidad rompió a embestir con clase. Pero el sevillano, irregular y superficial, no logró armar una faena sólida. 

Más voluntad mostró con el cuarto, al que saludó a portagayola y colocó un vistoso tercio de banderillas. Sin embargo, la faena volvió a naufragar entre cabezazos del toro y un trasteo sin limpieza.

Joselito Adame, que sumaba su paseíllo número 600, tuvo el lote más claro. Su primero fue un colorado con calidad y fijeza que merecía más. Pero el mexicano nunca se asentó, toreando siempre al hilo del pitón, sin temple ni continuidad. 

Con el quinto, un toro largo y de imponente presencia, volvió a dejar una faena dilatada, deslavazada y sin emoción. Ni siquiera la espada, su último recurso, le ayudó a remontar la tarde.

Solo Alejandro Peñaranda, que confirmaba alternativa, dejó un sabor distinto. En su primero, medido de fuerzas, el conquense no encontró el ritmo ni la distancia. 

Pero con el sexto, un buen toro de gran fondo, fue a más. Tras unos primeros compases dubitativos, logró hilvanar una tanda de derechazos estimables que conectaron con los tendidos. Cerró con algunos muletazos sueltos de buen trazo y se volcó con sinceridad en la estocada. El acero, aunque defectuoso, no impidió que el público reconociera su entrega y pidiera la oreja, que no fue concedida. La vuelta al ruedo final tuvo sabor a premio cabal.

Peñaranda se marchó de Las Ventas con el respeto del público. Y la corrida de Lagunajanda, con la sensación de haber pasado sin pena ni gloria por culpa ajena.

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