MADRID - 22ª SAN ISIDRO
Dos toros importantes de Escolar y una oreja de ley para Gómez del Pilar
Esaú Fernández lidió el toro más noble y Miguel de Pablo resultó volteado ante un lote imposible.

Madrid, martes 3 de junio de 2025. Oreja para Gómez del Pilar
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La tarde en Madrid fue un desafío desde el primer pase. José Escolar trajo un encierro serio y complicado, partido en dos mitades, con una segunda marcada por tres cinqueños imponentes que encendieron la tensión en el tendido. Dos de esos toros merecen mención destacada: el cuarto, de gran fondo, y el quinto, un verdadero muro de casta frente al que emergió la figura valiente de Gómez del Pilar.
El madrileño se llevó el premio de la jornada con ese quinto toro, un ejemplar alzado y de poderosa expresión al que toreó con entrega y firmeza, especialmente cuando la faena se refugió del viento en terrenos de cercanías. El toro, bravo y exigente, obligó a Del Pilar a tirar de corazón y temple, especialmente por el pitón izquierdo, con una faena que tuvo más mérito que lucimiento. La estocada, aunque defectuosa, fue suficiente para que la plaza pidiera una oreja de verdad, concedida tras sonar un aviso.
En su primer turno, Gómez del Pilar se enfrentó a un toro reservón y sin entrega, que nunca terminó de pasar con claridad y desarrolló peligro a media faena. El torero madrileño, siempre dispuesto, intentó construir una obra desde la firmeza, pero la falta de clase del animal, unida a sus miradas inquietantes y a su forma de quedarse corto, impidieron que la faena tomara vuelo.
Esaú Fernández, por su parte, pudo haber conseguido premio tangible con el toro de más posibilidades, el cuarto. Lo saludó a portagayola y supo aprovechar sus embestidas con temple por ambos pitones, aunque se precipitó al irse pronto por la espada, dejando al toro con más que ofrecer. Una pena, porque esa faena, estructurada con limpieza y claridad, tenía premio.
Con el primero, un animal más reservón pero que permitió el toreo al natural, también se mostró firme y resolutivo.
Miguel de Pablo, por su parte, no encontró opción alguna. Su lote fue el más ingrato: el tercero, deslucido y de peligro sordo; y el sexto, una mole de trapío, nunca se entregó ni permitió el lucimiento. Además, le volteó sin consecuencias graves en el tramo final del trasteo. En ambos fue silenciado.