Cuatro de cada 10 españoles evitan tomar algún tipo de alimento
Solo el 25% por una alergia o una intolerancia diagnosticadas

4 de cada 10 españoles evitan tomar algún tipo de alimento
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Cuatro de cada 10 españoles evitan tomar algún tipo de alimento, pero únicamente la cuarta parte de ellos por una alergia o intolerancia diagnosticada. Mariscos, lácteos y cereales son los productos que más eliminamos de nuestra dieta. Suprimirlos sin una recomendación médica nos expone a sufrir desequilibrios nutricionales. Tomarlos cuando no podemos es aún peor ya que implica graves riesgos especialmente para los alérgicos.
Suprimir alimentos de nuestra dieta está justificado para el 12 por ciento de la población con una alergia o intolerancia alimentaria, una cifra que, según refleja el VII Estudio de Salud y Vida de Aegon, ha permanecido estable en el último año. Pero otro 30 por ciento de los españoles no comen ciertos alimentos sin aval o recomendación médica por diferentes motivos.
Además, y, según refleja este estudio, mujeres y jóvenes son los colectivos que mayores restricciones incluyen en su dieta pero también los que padecen más alergias e intolerancias. De hecho la cifra de mujeres alérgicas o intolerantes duplica la de los hombres y 2 de cada 10 jóvenes de entre 18 a 25 tienen este tipo de problemas alimentarios, cifra que casi también multiplica por dos la de la población general.
Hay confusión entre alergias, intolerancias y manías o gustos
Dos millones de personas, en torno al 8 por ciento de los menores de 14 años y entre el 2 y el 3 por ciento de los adultos sufren algún tipo de alergia alimentaria en España, según datos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). En su caso no es que les siente mal algo que han comido sino que exponerse a ese alérgeno puede costarles la vida.
“Una cosa es una intolerancia y otra es una alergia. Y es que una alergia potencialmente te puede matar. En cuestión de 5 minutos te puedes morir” lamenta en COPE Lidia Torres que es médica y tiene 32 años. Asegura que, en su caso, ha aprendido más sobre su alergia a la proteína de la leche por su propia experiencia que por sus estudios de medicina.
Sufre 2 crisis cada año la última fue en un restaurante en Bilbao. Tomó una ensalada de tomate y sospecha que el cuchillo empleado se usó también para cortar queso. Es lo que se denomina contaminación cruzada y da lugar a la reacción más grave que puede sufrir un alérgico, una shock anafiláctico- Acabó en el hospital y utilizó inyectables de adrenalina para poder llegar hasta el centro médico sana y salva.
“Teniendo en cuenta que soy médico no tengo miedo de administrarme esa inyección, pero a muchos, en especial niños y personal no sanitario, les echa para atrás tener que pincharse y es crucial porque te permite llegar a Urgencias”, subraya Torres que es alérgica a la proteína de la leche.
Lamenta que incluso en los restaurantes todavía hoy haya confusión: “lo mío no es una intolerancia a la lactosa, que tiene clínica digestiva, en mí caso, como en el de otros alérgicos, se me inflama la garganta, se me cierran las vías respiratorias y el desenlace puede ser fatal. Hay confusión en la población y también cuando sales a comer o a cenar fuera de casa”.
Lo mismo relata María Álvarez Cascos, de 28 años. Le bastó comer un piñón de niña para darse cuenta de que era alérgica a los frutos secos, un problema que le ha llevado varias veces al hospital: “la última vez en la cena de empresa de Navidad. Creo que fue por una contaminación cruzada y acabé en Urgencias. Es una realidad que comer fuera de casa implica mayores riesgos porque pierdes el control y tampoco puedes saber si están o no contaminados”.
La clave es la información alimentaria
“La mejor manera de prevenir las alergias alimentarias es a través de información alimentaria que es el principal medio de comunicación entre los operadores alimentarios (productores, vendedores, personal de hostelería, etc.) y los consumidores”, afirman desde la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, AESAN.
Una información, que, según subrayan, debe aparecer de forma clara y legible, y que “permite que los consumidores puedan conocer, entre otros aspectos, la composición de los alimentos para poder realizar una elección con conocimiento de causa de las opciones que sean seguras para ellos”.
Por ley, el tamaño de la letra en las etiquetas sobre alérgenos debe ser de al menos 1,2 milímetros con carácter general y 0,9 milímetros cuando la superficie mayor del envase sea inferior a 80 centímetros.
“Casi todos los ingredientes los ponen en negrita y en mayúsculas para que sean más identificables y es mucho más fácil ahora identificar los alérgenos que hace un par de años”, afirma María.
Hay que leer bien la letra pequeña de cada producto, señala, porque “unas croquetas o unas costillas es difícil pensar que van a llevar frutos secos y pueden tenerlos. En realidad están casi en todas partes y yo lo que trato de hacer es evitarlos por todos los medios y, cuando no lo consigo, utilizar mi boli de adrenalina y acudir lo antes posible al hospital”.
Para el diagnóstico basta una prueba de piel y un análisis de sangre
Ante la duda de si tenemos una alergia o una intolerancia lo primero que debemos tener en cuenta son los síntomas, según explica a COPE la presidenta de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología (SEAIC), Mari Carmen Dieguez: “una intolerancia nunca va tener un riesgo vital para la persona que la sufre”.
“Si tienes síntomas digestivos aislados lo más probable es que tengas una intolerancia. Si presentas síntomas de piel o respiratorios nos orientaríamos más hacia una alergia alimentaria. La confirmación vendría con una realización de las pruebas. Solemos hacer una prueba cutánea y una analítica de sangre y en un alto porcentaje de casos se puede obtener así un diagnóstico. Adicionalmente hay que hacer una prueba de exposición o tolerancia que consiste en dar el alimento en dosis progresivas y en un entorno controlado como es el hospital”, explica Dieguez.
Mediante el análisis de sangre es posible saber que anticuerpos tenemos frente los alimentos que sospechamos nos dan alergia. Saber a qué proteína es sensible un paciente es, según los alergólogos, cada vez más importante para dirigir el tratamiento.
Para las alergias hay tratamiento para las intolerancias no
“Para las intolerancias, la evitación de los alimentos problemáticos es de por vida. En el caso de las alergias la gravedad de la reacción que puede sufrir el paciente es mayor pero estamos asistiendo a una variedad cada vez mayor de tratamientos curativos”, subraya la presidenta de SEIAC.
Existe desde hace años una vacuna para alimentos vegetales como frutas o frutos secos para los alérgicos a una familia de proteínas llamada LTP (lipid protein transfer) y que permite curar a un porcentaje elevado de estos pacientes de en torno “al 70 por ciento en el caso de frutas rosáceas como el melocotón y del 60 por ciento en el caso de los frutos secos” según Dieguez.
También está comercializada una segunda para los alérgicos al cacahuete pero sensibles a otra proteína, la llamada ARAH2 y no a la LTP.
En el caso de la leche y el huevo, se trabaja con protocolos para administrar dosis progresivas y crecientes de alimento para forzar al sistema inmunológico a cambiar para poder tolerar ese alimento.
De momento no hay opciones para todos los pacientes ni como explica María a todos se las proponen: “por ahora no me han ofrecido más alternativas que evitar los frutos secos y el uso de adrenalina”.
Lidia sí se sometió a dos procedimientos de sensibilización en el hospital el primero cuando tenía 11 años y después con 21 “lo intenté, pero no funcionó, lo máximo que llegué a tolerar fueron tres milímetros de leche y pinchándome altas dosis de adrenalina que tampoco es bueno”.
Sin contra indicación médica lo mejor es una dieta variada
“Limitar nuestra alimentación de forma voluntaria sin recomendación médica también puede ser problemático y es algo que hacen 3 de cada 10 personas. Al final estamos prescindiendo de ciertos nutrientes y no siempre nos lo podemos permitir ya que algunos son esenciales para la salud y lo mejor, siempre que sea posible, es una dieta equilibrada y variada”, afirma Alvar Ocano, gerente médico en AEGON.
Si tenemos dudas lo mejor es recurrir a profesionales y, en este sentido y según este gestor, “las consultas para llevar a cabo estudios alimentarios están creciendo”.
El Reglamento de la Unión Europea sobre información alimentaria establece 14 grupos de sustancias que son las que estadísticamente causan la mayor parte de las alergias o intolerancias alimentarias y que deben aparecer en el etiquetado. Son cereales, crustáceos, huevos, pescado, cacahuetes, soja, leche, frutos de cáscara, apio, mostaza, sésamo, dióxido de azufre y sulfitos, altramuces y moluscos.
El resto de personas alérgicas -por ejemplo, al melocotón, los garbanzos o guisantes- deben buscar en la etiqueta la presencia de estos alimentos.
“Cuando una persona en un restaurante asegura que no puede tomar un producto deben respetar ese deseo y vigilar que no haya contaminación cruzada, también cuando es una decisión voluntaria de no consumir un determinado grupo de alimentos como ocurre con vegetarianos o veganos y, por supuesto, cuando además hay un claro riesgo para la salud”, zanja la doctora Lidia Torres.