Una manifestación necesaria

Miles de personas han salido este domingo a las calles del centro de Madrid para pedirle al Gobierno que ponga fin a su deriva autoritaria y convoque elecciones anticipadas. Convocada por el Partido Popular, como sucede en las concentraciones de este tipo, la primera batalla que se libra es la de las cifras. 

Los convocantes hablan de cien mil personas y la Delegación del Gobierno, de cincuenta mil. Solo desde la impostura se puede sostener que las cifras no importan, pero sí es posible argumentar que, en cualquier caso, no son lo más importante.  

Había razones sobradas para una manifestación de este tipo. El Gobierno se ha instalado en la mentira y, consciente de que en sus fieles, no hace demasiada mella, celebra la división que existe entre los que no conforman su atrabiliaria mayoría Frankestein. 

Así las cosas, es necesario recordarle de vez en cuando a un Gobierno que no conoce líneas rojas que la calle es de todos, que independientemente de lo que suceda en una manifestación concreta, su descrédito, dentro y fuera de España, es cada vez en mayor, y que aunque solo sea por higiene democrática hay que seguir recordándole su obscena pretensión de colonizar las instituciones del Estado y la ciénaga de corrupción que les rodea.

 Como se ha oído este domingo, Sánchez debería convocar elecciones porque nadie le votó para esto, ni siquiera los suyos. Ha llegado un momento en que, la degradación es tal, que efectivamente hay que elegir entre mafia o democracia, como rezaba el lema de la Manifestación, y hay que rebelarse cívicamente para emprender la revolución necesaria, que ya no va de siglas políticas, sino que poner encima de la mesa cuestiones tan básicas como la verdad, la decencia y la libertad.